La gastronomía urbana porteña cerró el año con un protagonista inesperado: el bagel, un clásico global que encontró nueva vida en la ciudad y se consolidó como pieza central de la agenda foodie. Su versatilidad lo transformó en un aliado de operadores turísticos, agencias y espacios gastronómicos que buscan propuestas auténticas y adaptables a distintos momentos del día.
Un producto con identidad cosmopolita y arraigo local
El bagel dejó de ser un guiño neoyorquino para convertirse en un hábito cotidiano en Buenos Aires. Su textura única, estética contemporánea y capacidad de adaptación lo posicionan como un formato ideal para cafeterías de especialidad, brunchs, almuerzos urbanos y experiencias after office.
“El bagel es un círculo que contiene mundos. Es simple, pero nunca igual; tradicional, pero siempre nuevo. Por eso se metió en la vida cotidiana de la gente con tanta naturalidad y terminó marcando el pulso del año”, señaló Gaston Vila, cofundador de Bagels & Bagels.
Oportunidades para el sector turístico y gastronómico
• Brunchs y desayunos gourmet: combinación con salmón, huevos o propuestas plant-based.
• Almuerzos urbanos: opción práctica y de calidad para visitantes y trabajadores.
• Experiencias de tarde: maridaje con cafés filtrados, matcha o dulces locales.
• After office y turismo nocturno: versiones intensas que acompañan vinos, cervezas artesanales y spritz.
El bagel se consolidó como un puente entre tradiciones extranjeras y costumbres locales, aportando valor a la oferta turística y gastronómica de la ciudad.
Una tendencia que se convierte en hábito
El fenómeno confirma que la gastronomía porteña evoluciona hacia rituales de consumo más que modas pasajeras. De cara a 2026, el bagel promete seguir expandiendo su presencia en cafeterías, propuestas on-the-go y nuevas fusiones gastronómicas, consolidándose como un símbolo de identidad urbana y un recurso estratégico para operadores y agencias que buscan enriquecer la experiencia turística.